Hay personas que desaparecen en el momento en que uno menos lo espera, y otras que reaparecen del mismo modo.
Nunca creí demasiado en ese refrán que dice “
más vale malo conocido que bueno por conocer”… siempre me resultó conformista… y ayer me convencí totalmente de que no es para nada certero.
Hay cosas que mentalmente no se le pueden hacer a una persona como yo. Por ejemplo, la charla de ayer. Sobre todo si sabés que pienso todo lo que decís que sabés que pienso.
Ojalá pudiera pedirte que por favor no me digas más esas cosas (ni las buenas ni las malas). Porque después de casi dos años, todavía soy un poco vulnerable respecto a vos. Y tus palabras siempre me dejan así, con insomnio –más del habitual- y dolor de panza. Y me dan miedo, por todo lo que me hacen pensar, y todo lo que me hacen darme cuenta (de nuevo, lo bueno y lo malo).
A veces puedo ser muy ingenua. Y a veces, hasta me doy cuenta de mi ingenuidad. A veces me hago creer cosas que no son. A veces me miento, a veces me engaño, a veces me invento y a veces hasta me creo.
Odio cuando me olvido de vos, y reaparecés y me hacés pensar otra vez. Qué cruel sos. Es como si estuvieras dentro mío y supieras cuando estoy vulnerable, y ahí volvés. Pero nada cambió: a mí me seguís importando vos. Y a vos también. Sin embargo, lo peor de todo es que es cierto: me conocés. Eso es quizás peor aún al hecho de que siempre tenés razón, porque sos “el que lo piensa por los dos”… y yo soy la que siente.
Yo recuerdo perfectamente la última vez que te vi, fue exactamente dos días antes de que cumplieras 23 años. Vos el año pasado ni te acordaste de mi cumpleaños.
A veces me pregunto cómo hubiera sido todo si nunca te hubiera conocido.
Yo ya no lloro por vos, pero cada vez que lloro me acuerdo de vos. Ya que no puedo arrancarte de raíz, al menos me gustaría cortarte las espinas. Me dolés.
SOS COMO UNA TACHUELA EN MIS ZAPATOS…
A CADA PASO QUE DOY, ME HACÉS RUIDO.
Venías bien hasta que te fuiste al carajo. Lástima, casi me convencías.
Por eso a partir de hoy, cuelgo esta frase en mi cuarto y en mi cabeza, para tener la fuerza necesaria para decirte NO cada vez que vuelvas.
Y para empezar de nuevo.
Recordatorio: No confiar en mi misma. Siempre me miento.