Lo veo desprenderse y caer. Lo junto como puedo, y lo pongo suavemente, con una mezcla de cariño y pena, dentro de una cajita.
Reviso mis bolsillos: documento, dinero. Agarro las llaves y salgo.
Voy caminando con la cajita en mis manos, cuidando que nadie me lleve por delante.
Llego a la estación, apoyo delicadamente la cajita y saco mi boleto.
Antes de subir las escaleras que me llevan al andén, miro mis pies. No vaya a ser que un cordón desatado provoque una catástrofe.
Llega el tren, espero a que todos suban y luego subo yo. No hay ningún asiento vacío, por lo que me quedo parada a un costado, al lado de la puerta.
Bajo en la primera estación, luego de esperar que bajaran los otros pasajeros que tenían mi mismo destino.
El tren sigue, lo veo irse. Parada en el andén, abro suavemente la cajita, casi con miedo. Me tranquilizo al ver que sigue ahí.
Salgo de la estación y camino las pocas cuadras que me separan de tu casa.
Llego.
Toco el timbre. Cada segundo parece más largo que el anterior.
Abrís la puerta, y una expresión de sorpresa se deja ver en tus ojos.
Te miro, entre cálida y decepcionada, y extendiendo mis brazos te entrego la cajita.
En silencio la tomás, la abrís y mirás en su interior. La expresión de sorpresa crece en tus ojos. Qué lindos tus ojos.
Tu boca se abre como a punto de pronunciar algo. En ese mismo instante, me pongo en puntas de pie y beso tus labios suave pero fugazmente.
- Chau. – te digo. Y me voy caminando nuevamente hacia la estación.
Y quedás parado, en la puerta de tu casa, con la cajita entre tus manos. Mi corazón, aunque roto, sigue latiendo dentro de ella.
Reviso mis bolsillos: documento, dinero. Agarro las llaves y salgo.
Voy caminando con la cajita en mis manos, cuidando que nadie me lleve por delante.
Llego a la estación, apoyo delicadamente la cajita y saco mi boleto.
Antes de subir las escaleras que me llevan al andén, miro mis pies. No vaya a ser que un cordón desatado provoque una catástrofe.
Llega el tren, espero a que todos suban y luego subo yo. No hay ningún asiento vacío, por lo que me quedo parada a un costado, al lado de la puerta.
Bajo en la primera estación, luego de esperar que bajaran los otros pasajeros que tenían mi mismo destino.
El tren sigue, lo veo irse. Parada en el andén, abro suavemente la cajita, casi con miedo. Me tranquilizo al ver que sigue ahí.
Salgo de la estación y camino las pocas cuadras que me separan de tu casa.
Llego.
Toco el timbre. Cada segundo parece más largo que el anterior.
Abrís la puerta, y una expresión de sorpresa se deja ver en tus ojos.
Te miro, entre cálida y decepcionada, y extendiendo mis brazos te entrego la cajita.
En silencio la tomás, la abrís y mirás en su interior. La expresión de sorpresa crece en tus ojos. Qué lindos tus ojos.
Tu boca se abre como a punto de pronunciar algo. En ese mismo instante, me pongo en puntas de pie y beso tus labios suave pero fugazmente.
- Chau. – te digo. Y me voy caminando nuevamente hacia la estación.
Y quedás parado, en la puerta de tu casa, con la cajita entre tus manos. Mi corazón, aunque roto, sigue latiendo dentro de ella.