Este es el segundo año ya en que un cierto día de Abril (el mismo, tanto en 2003 como en el corriente) se presenta como una fecha que va a darle a mi vida un giro de 180º, luego le da uno de aproximadamente (y calculando lo más precisamente posible) 99º en el primer caso y 68º en el segundo, y luego ese abril desaparece como si nada pudiera esfumarce más rápido. Pero deja mucha carga en mí, como una energía, un cambio muy grande, y yo creo en los cambios. "El cambio es lo único que permanece en el tiempo, incondicional", me dijo hace años una canción, y le creí.
Por eso, ante este inminente cambio de año (o de la numeración que damos al tiempo para ver cómo se nos pasa, qué más da), y con mi flamante agenda 2005 a punto de ser inaugurada (clap clap clap, gracias por venir señor intendente) en la mano, la abro en ese 26 de abril que hace dos años es como un torbellino que llega a mis venideros -tantos otros- días del año para darme sonrisas y otras (de ésas mejor no hablar). Y en esa precisa fecha de un año que todavía no llegó, escribo:
De vez en cuando hay que hacer una pausa
contemplarse a si mismo
sin la fruición cotidiana
examinar el pasado
rubro por rubro
etapa por etapa
baldosa por baldosa
y no llorarse las mentiras
sino cantarse las verdades.
Mario Benedetti (Pausa)
así el 26-04-2005, pase lo que pase y sea lo que sea, me acuerdo de reflexionar, meditar o algo por el estilo, pienso en las cosas que viví hasta ese momento, qué cosas rescato de todo eso, dónde estoy parada, pienso en las personas que pasaron, las que estuvieron, las que están, las cosas que logré y las que todavía me falta alcanzar; y, por una vez por todas, no me agarra fin de año totalmente en pelotas. Abril es quizás un buen momento para plantearse cosas, no Diciembre.
Y muy probablemente me acuerde de vos, claro. Quizás de vos también. Pero ojalá no tenga que acordarme de vos, porque sería mejor que fueras un presente y no un pasado. O quizás, abril.
Felíz Año Nuevo.